La
noche de San Juan siempre fue y es muy especial, propicia para una gran
variedad de ritos y costumbres. Parece que los duendes y espíritus encontraban
en ella un momento propicio para poner a prueba sus poderes, siendo también ese
entusiasmo trasladado a las personas. Varios ejemplos dan fe de ello, como era el
sacar una herradura o ferradura a la intemperie para que se
impregnara del rocío o erbayo, poniéndola
luego debajo de la almohada para que el sueño fuera tranquilo y reparador. Con
un propósito similar se procedía con una mantita, para luego tapar con ella a
los bebés y que cesara el llanto provocado por los cólicos y otros posibles
males. También los demás cobertores de
llana para que ese erbayo los
protegiera todo el año de la polilla o caronxo.
Con
ese afán de protección se colgaban en las puertas de entrada y se afumaban las casas y las cuadras o cortes, utilizando para ello plantas como
el saúco o sabugo y la cantruexa o tomillo, planta ésta muy
aromática, apreciada y usada para menesteres varios, siendo entre San Juan y
San Pedro el momento óptimo para la recolección, pues era cuando concentraban
la mayor cantidad de propiedades.
Otro
ejemplo está en que las mujeres en edad fértil y deseos de concebir,
aprovecharan esa conjunción de poderes mágicos para poner los medios necesarios
y aumentar las posibilidades de embarazo. Siempre antes de que el sol saliera y
evaporase la humedad y por ende ese erbayo
mágico, las mozas que lo pretendían, salían a los prados y eras o eiras donde daban
trinculletas o volteretas, impregnándose bien del rocío de la hierba y así
acrecentar las posibilidades de la deseada maternidad.
Un
saludo
Emiliano
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