Las limitaciones hacen que los
recursos florezcan para afrontar las dificultades, situaciones complejas,
dolorosas y a veces de difícil comprensión.
En el afán de cuidar y proteger,
se enmarcan las costumbres en el cuidado de los más pequeños. Al recién nacido,
después de lavarlo y limpiarlo (según la época y la temperatura) se le ataba el
cordón umbilical con un hilo de lana o lino, aplicándole en ocasiones una tela de grasa (sebo) de algún cordero lo más
pequeño posible. Hay distintas versiones sobre estas costumbres, algo que
supongo lógico según como fueran las cosas, pues en alguna ocasión delicada llegaban
a frotar al bebé con lucerina o petróleo, con lo que la situación más bien empeoraba, confiando
en que
seya lo que Dios quiera.
Luego venía el enfachar,
embruyar o enfajar para
evitar posibles deformaciones o vicios en extremidades y columna, siendo
también más fácil el poder transportarlos a los distintos sitios. Se le ponía
una camiseta o blusa, luego un paño o sabanilla y si hacía más frío una
mantita, sobre todo esto se enfachaba al niño con un ouriello
o tira larga y estrecha de lana o lino tejido a mano; bien apretado, se
empezaba por los pies hasta llegar a los hombros, con los brazos bien estirados
durante más o menos una semana, luego se le dejaban libres enfajándolo hasta
los sobacos o axilas durante medio o un año, según que fuera verano o invierno.
Los pies también se le tapaban más o menos según el frío que hiciera.
Cada vez que se manchaba tenían que
deshacer, cambiando los paños de lino que alguna vez pasaban por la lumbre, unas
para que secaran y otras para purificarlos , volviendo a hacer de nuevo todo el
proceso. Esto no evitaba que alguna vez aparecieran las dixovas o escoceduras, tratadas con polvos de talco; si bien hace
más años, parece que alguien también pudo usar productos más naturales como el caronxo
o polvo de la madera.
Es una práctica que no se remonta
a muchos años atrás (o si), pues a mi generación también ños enfachonon, siendo
probablemente de los últimos.
Había ocasiones que surgían
problemas de salud como la tericia o ictericia, en cuyo caso, como nos cuenta doña Concha Casado en
su libro: "El nacer y el morir en tierras leonesas", una costumbre
practicada alguna vez era llevar al niño a una corriente de agua, poniéndole
una ramita de marrubio en la faja y pronunciando un ensalmo que dice así:
"A verte
marrubio, vengo,
entre la luna y el
sol,
que me quites la
tericia
y me vuelvas la
color".
En algún pueblo cercano, parece
que esta planta también era empleada contra el mal de ojo, frotando a la
persona afectada de abajo arriba sin pronunciar ensalmo alguno; incluso como
protección de las cosechas, supongo que sin nada que frotar, en fin.
Un saludo (sin enfachar)
para tod@s.
Emiliano
3 comentarios:
A mi lo que mas me llamó la atención siempre es ver a mi hermano 4 años menor que yo con los pantalones de tirantes y una raja entre las piernas.Cuando tenia ganas se agachaba y allí mismo lo hacia (la caca). Mi madre entonces sacaba un poco de ceniza y limpiaba el montoncico.Ahora con los pañales desechables es otro mundo.Que tiempos.
La fotografía, con unos personajes "forneses", tal vez el niño si sea trabazudo, me trae el regusto de lo auténtico y el olor de la sangre familiar. Los Palla están todos muy guapos y la abuela Josefa tal y como la recuerdo.
Los "usos y costumbres" muy bien llevados, Emiliano. Te felicito.
Hermoso blog y muy bellos los posts. Felicitaciones
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