
Como pueblo de montaña, puede ser que en Trabazos las cosechas de lino fueran menos importantes que en otros pueblos ribereños. De todas formas está claro que tuvo su importancia, el catastro del Marqués de la Ensenada (años 1750-1754) da fe de dos tejedores de lienzo a dos reales por día, más otros cinco tejedores de lienzo de su cosecha.
El lino, como cultivo de regadío se sembraba en las “cortinas” cercanas al pueblo, para poder regarlo durante el verano. Se hacía en primavera, por el mes de abril “cuando enverdecía la Eirica y el ramayo brotaba”, recogiéndolo por agosto, después del centeno.
Se arrancaba y se ataba en pequeñas “mañizas”, pasando luego a ripiarlo sobre una madera con púas también de madera “la ripia”, donde se separaba las semillas o “linaza” del tallo. Esta tarea se hacía en las “eiras del llino”, al lado de la Mata, dejándolo al sol para que secara bien y limpiándolo con la “criba” o la “ceranda”. De la linaza se dejaba para sembrar al año siguiente y la sobrante, o bien se vendía para hacer aceite de linaza o se utilizaba cocida para hacer cataplasmas, poniéndola en un paño y aplicándola al pecho.
Luego se volvía a atar en “mañizas", que se llevaban a cocer en los pozos de los prados, debiendo estar siempre cubiertas de agua. Después se dejaba secar otra vez, atándola en “mañizos” que en la paz del invierno se seguiría trabajando.
Se empezaba por mazarlo, dándole golpes con una maza de madera para ir deshebrándolo. El paso siguiente era espadarlo con la “espadiella” (una especie de cuchilla grande de madera) sobre una tabla o “fiteira”, para separar el “cerro” de la parte más leñosa. El cerro se pasaba por el “ripio” (tabla con púas de hierro), para separar la “estopa” (lino más áspero). Una vez separado, se hilaba (tanto el “cerro” como la “estopa”) con el “fuso” y la “rueca”, haciendo unos ovillos o “gorgoyos”. Luego, con la “naspa” se hacían las madejas, que se ponían a cocer en calderas de cobre con ceniza de roble. Una vez cocido, se lavaba y se dejaba secar, para volver a hacer los “gorgoyos” con la “devanadeira”. Este hilo lo llevaban tejedores de Escuredo (Sanabria) para tejer el paño, pagándole cuando lo traían preparado, listo para elaborar las sábanas, camisas, calzoncillos (parece que picaban un poco). También elaboraban mantas con los “tascos”, que eran restos de lino que caían al espadarlo en la “fiteira”, quedando un hilo más grueso y tosco.
Alguna vez me cuenta mi madre cuando iba andando por la sierra a espadar, a la zona de La Valduerna y Maragatería, allá por los años 40, cobrando 6 pesetas al día y pasando mucho frío, ¡que tiempos!
Hoy quedan pocos telares y poca gente que te explique todo el laborioso proceso, pero se puede visitar el Museo de La Cabrera, en Encinedo, donde entre otras cosas muy interesantes se puede ver un telar con todos los artilugios.
Como tantas cosas en Trabazos, se ve que era muy trabajoso, pero seguro que sus buenos ratos pasaban, sobretodo hilando en aquellos serenos “Seranos”.
Un saludo,
El lino, como cultivo de regadío se sembraba en las “cortinas” cercanas al pueblo, para poder regarlo durante el verano. Se hacía en primavera, por el mes de abril “cuando enverdecía la Eirica y el ramayo brotaba”, recogiéndolo por agosto, después del centeno.
Se arrancaba y se ataba en pequeñas “mañizas”, pasando luego a ripiarlo sobre una madera con púas también de madera “la ripia”, donde se separaba las semillas o “linaza” del tallo. Esta tarea se hacía en las “eiras del llino”, al lado de la Mata, dejándolo al sol para que secara bien y limpiándolo con la “criba” o la “ceranda”. De la linaza se dejaba para sembrar al año siguiente y la sobrante, o bien se vendía para hacer aceite de linaza o se utilizaba cocida para hacer cataplasmas, poniéndola en un paño y aplicándola al pecho.
Luego se volvía a atar en “mañizas", que se llevaban a cocer en los pozos de los prados, debiendo estar siempre cubiertas de agua. Después se dejaba secar otra vez, atándola en “mañizos” que en la paz del invierno se seguiría trabajando.
Se empezaba por mazarlo, dándole golpes con una maza de madera para ir deshebrándolo. El paso siguiente era espadarlo con la “espadiella” (una especie de cuchilla grande de madera) sobre una tabla o “fiteira”, para separar el “cerro” de la parte más leñosa. El cerro se pasaba por el “ripio” (tabla con púas de hierro), para separar la “estopa” (lino más áspero). Una vez separado, se hilaba (tanto el “cerro” como la “estopa”) con el “fuso” y la “rueca”, haciendo unos ovillos o “gorgoyos”. Luego, con la “naspa” se hacían las madejas, que se ponían a cocer en calderas de cobre con ceniza de roble. Una vez cocido, se lavaba y se dejaba secar, para volver a hacer los “gorgoyos” con la “devanadeira”. Este hilo lo llevaban tejedores de Escuredo (Sanabria) para tejer el paño, pagándole cuando lo traían preparado, listo para elaborar las sábanas, camisas, calzoncillos (parece que picaban un poco). También elaboraban mantas con los “tascos”, que eran restos de lino que caían al espadarlo en la “fiteira”, quedando un hilo más grueso y tosco.
Alguna vez me cuenta mi madre cuando iba andando por la sierra a espadar, a la zona de La Valduerna y Maragatería, allá por los años 40, cobrando 6 pesetas al día y pasando mucho frío, ¡que tiempos!
Hoy quedan pocos telares y poca gente que te explique todo el laborioso proceso, pero se puede visitar el Museo de La Cabrera, en Encinedo, donde entre otras cosas muy interesantes se puede ver un telar con todos los artilugios.
Como tantas cosas en Trabazos, se ve que era muy trabajoso, pero seguro que sus buenos ratos pasaban, sobretodo hilando en aquellos serenos “Seranos”.
Un saludo,
Emiliano