Aunque la confianza y buena fe eran
valores que solían estar presentes entre los vecinos del pueblo, había
ocasiones y quehaceres que tenían que poder ser demostrados, pues alguna vez también
surgían diferencias entre el paisanaje.
Es el caso de los
testigos, pequeños palos usados en la labor de tapar o taponar y soltar
o destaponar los pozos de agua, utilizados para el riego de los coutos
o praderas comunales. Se hacía, como tantas cosas, por turno la
velía, pasando de un vecino a otro independientemente del número de
animales que hubiera en la casa. Según la época y la cantidad de agua que hubiera se soltaban
y regaba una o dos veces al día, cuando había más cantidad se hacía por la
mañana y por la noche, cuando había menos solamente una vez al día.
La forma de pasar el turno eran
unos palos o testigos que tenían unas formas y marcas determinadas, siendo
diferentes entre sí para un mismo couto, pero también eran distintos
según la pradera a la que correspondieran (Trillucastro, Sacediellos, La Guzadeira, etc.) siendo así fácil poder demostrar que el
trabajo estaba hecho en tiempo y forma.
Después de soltar el pozo con el furganeiro
(palo más o menos largo) si era más alto, o con la misma eixada
o azada si era menos, y una vez que ya estaba vacío, se volvía a tapar,
dejando uno de los testigos clavado al lado del bocín
o agujero practicado en la parte baja de una baldosa, puesta verticalmente en
el lado inferior del pozo por donde salía el agua para el riego, recogiendo el
que tenía puesto y que servía precisamente de testigo del trabajo realizado.
Luego era entregado al siguiente vecino para que éste procediera con la misma tarea.
Cuando había cortinas o tierras de
labor con fruto u hortalizas para regar, se compaginaba en el tiempo el
reparto del agua, estando regulado dependiendo de la zona que se tratara.
Gracias, Moisés, por tu
aportación.
Un saludo para todos.
Emiliano