viernes, 28 de noviembre de 2008

PINCELADAS DE TRABAZOS






A los más pequeños también nos gusta Trabazos, inspirándonos en sus construcciones y rincones (los que todavía quedan) para practicar un poco con el pincel.
Me llamo Diego y tengo 12 años, aunque no nací en Trabazos, voy con frecuencia a visitar a mi abuela, me gusta la independencia de la que dispongo cuando estoy allí.
Aprovecho para enseñaros algún cuadro que he pintado del pueblo.






Diego

lunes, 17 de noviembre de 2008

El Callejón de los Milagros




"El Callejón de los Milagros" es una famosa novela, llevada al cine, del premio Nóbel Naguib Mahfuz, pero no vamos a referirnos a ella. Lo haremos con un par de fotografías de la "Calella de la Sensial", anodina callejuela en la que entre Esther-Amancio y Mari-Segundo han conseguido el milagro de dar un toque de gusto y sencillez.


Al fondo, aunque no se puede ver al mirar desde la entrada, Clemente ha recuperado con gusto la vieja casa de sus padres y Erundina en la parte izquierza ha conseguido hacer una casa que parecía difícil.


El gato de la ventanuca parece sentirse feliz y nos deja el mensaje de que aún es posible salvar una parte de nuestro viejo pueblo.


¡ Que cunda el ejemplo !

martes, 11 de noviembre de 2008

EL HORNO "FORNO"




Aunque hoy ya no se utilicen, eran numerosos los hornos “fornos” en Trabazos. Primero eran los integrados en las viviendas (como en las fotos), que supongo por falta de espacio eran pequeños, circunstancia que se resolvía colocándole una especie de baldas “llourigos”, pizarras grandes “llouxas” que iban colocadas de forma alterna sobre las paredes del horno, donde se colocaban las hogazas “fogazas” para la cocción. La construcción era circular, con piedra y barro (materiales únicos en la construcción junto a la madera), unas veces exterior adosado a la casa y otras interior dentro de la cocina “de llume”. Luego fueron los construidos de manera independiente, normalmente por un vecino, aunque también estaba el de La Canal (ya no existe) que pertenecía a varios. Estos eran mayores, prescindiendo de los “llourigos”, cogiendo unas doce hermosas hogazas por hornada.

Había que calentar “arroxar” el horno utilizando leña de roble o encina, que muchas veces había servido para que el ganado comiera la hoja seca en el invierno, cuando la nieve no permitía salir de la cuadra “corte”, la brasa se esparcía con un palo largo “furganeiro” para que calentase toda la base. Mientras, se hacía la masa (tarea de la mujer) para que fuese fermentando hasta despertar, utilizando el “fermiento” (trozo de masa de la última hornada) como levadura, este se solía prestar unos a otros para que estuviera más reciente y no acedara. Las hogazas eran de un buen tamaño (unos dos kilos), por lo que se conservaban mejor durante las dos semanas que llegaban a durar. La empanada era otra pieza importante ese día, con su tocino, chorizo y acelgas (que rica).
Cuando todo estaba listo (horno, hogazas y empanada) se metía el pan con la pala de madera, removiendo de vez en cuando las hogazas y comprobando después de un tiempo el estado de cocción, para lo que se sacaba una hogaza y se le daban unos golpes, valorando el sonido que hacía.
Cuando se terminaba el pan y por algún motivo no se podía amasar, se pedía prestada una hogaza a otro vecino, ya que era uno de los alimentos básicos de que se disponía. Luego se le devolvía la hogaza recién horneada (por supuesto).


Emiliano